
Comience su sesión de meditación practicando suavemente unas cuantas respiraciones profundas, tranquilas, relajadas, sin hacer ningún esfuerzo deliberado. Mantenga la mente atenta a la respiración.
Concentre su atención en el interior, en los sonidos de la respiración. Aun cuando sea casi inaudible, siga concentrando el oído en ella, sin distraerse con ruidos externos.
No trate de evadir por la fuerza los pensamientos pasajeros. El intento deliberado de vaciar la mente ya es en sí un pensamiento y una distracción.
Deje que los pensamientos discursivos y las fantasías ociosas crucen por su mente, sin detenerse ni apegarse en ellos. Poco a poco, si los deja pasar libremente, sin querer eliminarlos, estos a la larga se irán debilitando hasta interrumpirse por falta de atención.
Para comenzar a obtener los beneficios de la meditación, tiene que haber cesado el “diálogo interior” por completo.
Mientras aprende a “dejar ir”, su diálogo interior ha de ser paciente pero firme, relajado pero vigilante.

Recuerde: en la meditación no hay que “hacer” nada; al contrario se trata de “no hacer nada” ni física ni mentalmente y a partir de ahí relajarse por completo, dejando que suceda en la mente lo que haya de suceder, sea lo que sea, permaneciendo en calma.
¡Bienvenido!